Al boxeador mejicano Antonio Margarito “El Tornado de Tijuana”, no lo ví pelear con el filipino Manny Pacquiao por el título vacante de los superwelter.
Al cubano Guillermo Rigondeaux sí, muchas veces en vivo y por la televisión. Siempre admiré al santiaguero, mezcla felina de su coterráneo Regüiferos y técnica depurada del “camagüeyano” campeón mundial amateur Adolfo Horta, glorias del deporte cubano.
Supe de Margarito por Internet en el mismo espacio del Nuevo Herald donde leí lo de Guillermo.
Margarito, a duras penas, se mantuvo de pie 12 asaltos frente a Pacquiao, en un sangriento combate que perdió por decisión con la cara desfigurada.
Rigondaux, quien abandonó Cuba por el boxeo rentado, también en el mismo escenario del Cowboy Stadium, a puras piernas sobre el ring aguantó 12 asaltos para ganarle por un punto al panameño Ricardo Códoba, en la discusión de la faja interina de las 122 libras de la Asociación Mundial de Boxeo.
El Tornado de Tijuana, Margarito, después de su pelea con el filipino ingresó en el Hospital Metodista, donde fue sometido a una cirugía para corregirle una fractura en la orbita del ojo derecho, pero todo no fue tan doloroso: Jerry Jones, dueño del Cowboy Stadium, lo llamó por teléfono y le dijo al púgil mejicano que era un “gran guerrero”
La descripción de “afuera” narra que Rigondaux tumbó a Córdoba con combinaciones de golpes y una zurda al hígado y que el panameño entonces lo derribó en el sexto con jab de derecha a la cara.
Terminada la pelea el despacho en Internet amplía:
Sentado en la primera fila del Cowboy Stadium, los abucheos de los fanáticos al final de la pelea de Guillermo Rigondeaux y Ricardo Córdoba le sonaron como bombazos en los oídos a Luis De Cubas.
Para el promotor, Rigondeaux había cumplido una gran pelea el sábado pasado, pero los aficionados quedaron molestos con la falta de acción en los últimos asaltos del combate. Donde uno vio técnica depurada y defensa impecable, los otros notaron desinterés y ausencia de pasión en el ataque.
Y por encima de todo, la comparación con el combate estelar entre Manny Pacquiao y Antonio Margarito no ayudó para nada.
En su rica vida amateur Rigondeaux conquistó unas 300 victorias. Fue campeón de las Olimpiadas 2000 y 2004 y mundial en los años 2001 y 2005, época en la que cada golpe que tiró dentro y fuera de la Isla recibió el respaldo de millones de cubanos.
Hoy, otros son los millones que gobiernan sus manos: sin la cabecera, los guantes y las reglas que humanizan el combativo deporte, Rigondaux, archiva siete peleas ganadas en el boxeo rentado –cinco por nocaut- y un porvenir incierto de vítores y abucheos de fanáticos que pagan por ver sangre, mientras los promotores hacen que el esclavo del ring gane o pierda, aunque no quiera, según las jugosas apuestas de la mafia de las ocho cuerdas y la lona encerada.
La historia, es muy rica en ejemplos de desenlaces boxísticos fatales, uno más, qué le puede importar a los magnates que comprany meten la vida en un puño.
Rigondaux: ¿Vitoreado o abuchado?
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