En Quifangondo, a 20 kilómetros de Luanda, los primeros asesores militares cubanos y combatientes de las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA) -en noviembre de 1975-, rechazaron a los mercenarios y fantoches de Holden Roberto, cuñado de Mobuto Sese Seko, presidente de Zaire (1965-97), quien apoyó descarnadamente la invasión sudafricana desde el norte hacia la capital angoleña.
Los lanzacohetes múltiples BM-21 de la artillería reactiva, pusieron en estampida a los invasores que retrocedieron a marcha forzada, con alguna resistencia de contención efímera frente a la contraofensiva angolano-cubana en Camabatela, Negage... y otras poblaciones del itinerario apresurado hacia la frontera de Zaire por donde penetraron.
Meses siguientes de 1976, una compañía especializada en comunicaciones procedentes de Camagüey, arribó a Negage, norteño asentamiento aproximadamente a 35 kilómetros de la capital regional Uige o Carmona, donde Holden Roberto tuvo el cuartel general del Frente Nacional de Liberación Nacional de Angola (FNLA).
A la entrada de la pintoresca localidad, cerca del hotel, un jeep Willy despedazado por un proyecti de un tanque T-34, mostraba en su parte posterior los restos de un emplazamiento móvil de un cañón de 105 milímetros, intento infructuoso por retrasar el avance de las fuerzas nacionales.
En numerosas modernas edificaciones de bloques aligerados también se veían las huellas de los combates o la destrucción del enemigo en su desesperada huida.
BELICOSAS:Enclave OTAN.
La base aérea de Negage, era un enclave OTAN con excelente pista para aviones, helicópteros de guerra y aeronaves de mediano porte. Poseía modernos medios de comunicación e iluminación para garantizar el tráfico aéreo; sin embargo, los mercenarios antes de abandonarla inutilizaron todo lo que pudieron.
El aseguramiento de las comunicaciones, por Radio y Telefonía, fue la primera misión de los camagüeyanos en Negage. Antonio , ingenioso técnico reparador de líneas telefónicas e integrantes calificados de su pelotón, eso hacían una fría mañana metidos en los registros soterrados de la pista.
A Antonio, bajo de estatura, apenas se le veía la cabeza dentro del foso, cuando de pronto dio un salto felino y tras pronunciar varias veces la frase de: !es negra, chico!, !es negra, chico...!, salió veloz de la oscura zanja donde una madeja de cables destrozados de distintos colores eran empatados.
Resultó que, este combatiente internacionalista , quien mostró valentía durante el cumplimiento de su misión, de carne y hueso como tantos héroes , respetaba en Cuba los majaes, y ahora, a más de 11 mil kilómetros de su Patria, una hermosa y larga cobra le limpió prácticamente las botas en su andar rastrero.
Antonio y los no antonios que lo acompañaban, no volvieron a reanudar la faena hasta cerciorarse de que el réptil no estaba por todo eso.
A los pocos meses siguientes, ver una cobra de cualquier tamaño y color era tan natural para los cubanos, como ver en nuestros campos una inofensiva culebra o el majestuoso Majá de Santa María.
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