Rolando Sarmiento Ricart. Noventa millas es la distancia geográfica que separa a Cuba de las costas de los Estados Unidos, esa potencia mundial que un día sin declaración de guerra alguna -hace medio siglo- dejó de venderle a la pequeña Isla del Caribe, alimentos,medicinas e insumos de todo tipo y tampoco le compró más azúcar ni ninguna producción cubana.
Al contrario, lleva a cabo una persecución planetaria para sancionar a quienes utilicen el níquel cubano o cualquier otro producto y "embargan", ¿roban? las finanzas que se depositen en los bancos del orbe.
Embargo, ellos le llaman así, como si Cuba fuera propiedad de los Estados Unidos y un buen dia, sus habitantes, descendientes de aborígenes y africanos, se apoderaran de la tierra que los vio nacer y que les legaron sus ancestros.
Eso hasta allí es condenable por las convenciones internacionales, pero no hubiera sido tan despiadado si encima de esa conyunda económica, comercial y financiera, no hubiera pagado y pertrechado a bandas contrarrevolucionarias, grupos armados y terroristas para atentar contra los líderes de la Revolución y la economía nacional.
Pero el pueblo resistió y el Imperio apretó el bloqueo, con las "leyes" norteamericanas Torricelli y Helms Burton, extraterritoriales, que sancionan a todo país que comercie con Cuba y prohíben, hasta a los propios ciudadanos de Estados Unidos, viajar al pequeño país.
El poderoso vecino de enfrente, no permite que se compre una sola medicina que pueda salvar la vida de un niño cubano,un ser humano; en cambio,niega las visas legales de salidas de nacionales hacia los Estados Unidos, mas los alienta a emigrar clandestinamente con ofertas incluidas en el Plan de Ajuste Cubano, una invitación a la muerte casi segura, a que familias enteras-como ha sucedido- perezcan durante la peligrosa travesía marítima.
Nada justifica el bloqueo que once presidentes estadounidenses, demócratas y republicanos, es lo mismo, mantienen contra el clamor mundial de suspenderlo.
Más de tres generaciones de cubanos sufrieron y padecen las privaciones de ese demente hostigamiento que, lejos de doblegar al pueblo lo une, lo fortalece y aumenta la solidaridad planetaria.
Nadie puede concebir que Cuba represente una amenaza para la mayor potencia bélica y económica del mundo, justificación absurda, que pierde todo sentido común. La única verdad, es que el pequeño país, es socialista: ninguno de sus dirigentes ni su gente revolucionaria entiende de la compra de principios, de vender la libertad que tantos héroes conquistaron con su sangre...y no hay nada más hermoso que vivir en la tierra de los abuelos, sin yugos ni grilletes.
La penúltimay abrumadora consulta internacional sobre el levante del bloqueo fue una rotunda advertencia de su ineficacia, la de hoy, la número XIX, demostrará cual obsoleto, genocida, obsesivo y absurdo sigue siendo.
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