Gotan caeeennn

Las gotas de lluvia son: ¿granizos antes de cogelarse? ¿vapor de agua licuado?, sean como sean, mojan, salpican y hacen círculos en los charcos estancados donde la vista fija de muchas personas que esperan el cese del aguacero, queda absorta y transmite pensamientos inimaginables que ni los propios dueños de las mentes son capaces de describir.


Cuando llueve la vida se desborda junto a los arroyuelos y ríos. La naturaleza se viste de verde, se deja comer y goza de su "infortunio" cuando los animales cubren los costillales de la sequía y los cubos rebosan de blancas espumas.

En estos días de temporales-como decían los viejos de mi familia- me recuerdo mucho de mi infancia en el campo, cuando esperaba que amainara para correr hacia el potrero de la mata grande mango Mamey y coger los frutos goteados, no sin antes, tirar algunas piedras y palos para despejar el camino de otros depredadores bovinos, con los cuales compartía cáscara y semillas y algún mango verde o maduro apolismado.

Después, seguía solo o con algunos muchachos de la zona hacia el río Jobabo, crecido o no, para disfrutar de una zambullida, seguida , casi siempre, de una reprimida familiar por jugar con el peligro y el diablo.

En primavera los días se repetían, las aguas del día  se juntaban con las de las noches y salir con mi tio a ordeñar las vacas o buscar la bestia, la yegua Venada, era empaparme al poner el primer pie fuera de la casa. Mi tio delante con su botas "mecagoendios" o "vaquetetumbo", y yo detrás, con mis pies forrados de la blanca piel que me regalaron mis padres al nacer. Los únicos zapaticos de salir no los podía coger para esas andanzas. Al regreso me entretenía sacándome las afiladas espinas que burlaron la gruesa cachaza endurecida por las constantes correrías sobre pedragales.

Vine a tener dos pares de zapatos después del triunfo de la Revolución, uno para salir y otro para ir a la escuela, meses más tarde me compraron un par de tenis para hacer deportes, porque el viejo Benjamín no quiso el ticket que distribuyeron en el CDR, reuniones a las cuales no asistía en tanto permaneció en Cuba. Él, dueño de finca, tampoco necesitaba esos tenis, en todo caso usaría "USKET" americanos.Me lo dio porque, punto y aparte, era mi amigo.

Cuando llueve mucho me recuerdo, que tras venir para Villa María en Camagüey, la laguna pegada a la vieja casa que mis padres alquilaron, se botaba e inundada todo. En la sala daba a la altura del pecho de mi mamá que, como sabía nadar mucho, era la última en "autoevacuarse" después poner  a buen resguardo las pocas cosa que teníamos.

La lluvia, sin embargo, me trae más momentos felices que tristes. Donde vivo ahora no hay ríos ni laguna cerca, ni se moja el techo de la casa y las plantas ornamentales de mi suegra suben de clorofila cuando las gotas las acarician y los gorriones se alborotan pasado el aguacero: salen debajo de las tejas vecinas a comer insectos y migajas de pan que deja desde la noche anterior la jicotea que, en estos días, rompe su privacidad debajo del viejo armario.
Tan pronto escucha las primeras gotas chocar contra las ollas que se escurren boca abajo en el patio, Tea, la jicotea de 12 años de edad, pasea por todo el cuarto y la cocina su carapacho cubierto de telaraña, cual carroza con serpentinas del  San Juan Camagüeyano.

Cada vez que llueve me pongo nostágico y feliz, si me mojo me alegro porque siento que  estoy vivo y porque viven a mi alrededor también muchas cosas a las que amo y que sin ellas no puedo vivir.


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