Testigo de puño y letra: Una hazaña educacional

Aquel atardecer de hace 50 años, Cacahual, era un pequeño asentamiento de haitianos entre Pina y Morón, hoy municipios de la provincia de Ciego de Avila. El camión cargados de alfabetizadores "Conrado Benitez", detuvo la marcha a la entrada del humilde caserío y habitantes de todas las edades y tamaño rodearon el vehículo para escoger a su maestro.

"Abájeme aquel zangaletón", dijo un encorbado pití. "Tú da pa' mí ese otro que está allá" ...y así solo quedaron cinco brigadistas sobre la cama del camión y ,nada de casualidad: "sobraron" de la libre elección los más chiquitos y delgaduchos.

Con Cervantes, organizador de la Campaña de Alfabetización en la zona, supieron después los no elegidos que para los haitianos, a pesar de la ayuda estatal, constituían los muchachos una boca más que alimentar y, desde luego, además de enseñarlos a leer y escribir, dos brazos inexpertos, pero fuertes para el rudo trabajo agrícola al que se dedicaban no les venía nada mal.

Ya de noche y de regreso a Pina, actualmente Ciro Redondo, los  niños-adolescentes alfabetizadores durmieron  en casas de vecinos y hasta en camas vacías del hospitalito local y al siguiente día fueron ubicados en Romanillo, distante 12 o 15 kilómetros del lugar, René, Pablo, Nelson, Francisco y Rolando.

Medio siglo antes -1961-, los hechos narrados en medio  de la vorágine de apenas dos años del triunfo social, eran insignificantes, naturales, pero comparados con las incontables demostraciones de profundo humanismo sucedidas a lo largo de la Revolución de Fidel Castro Ruz, revisten solo el comienzo in crescendo de solidaridad incondicional de Cuba para con el pueblo de Haití, cuya génesis ancestral, igual que a los cubanos, les sangra de la infrahumana trata de esclavos africanos.

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